Antes de la muerte, fue la mentira.
No se trata de una pregunta. Es una proposición enmascarada. La pregunta consiste en una idea nueva y extraña, en un listado de contrabando de «hechos alternativos» que ofrece la promesa de una curiosidad satisfecha, de misterios resueltos e incluso de una ilustración alcanzada. La pregunta es así: «¿Conque Dios os ha dicho. . .?». Esta no es una pregunta que nos desconcierte. Tampoco sacude de inmediato nuestras sensibilidades religiosas ni nuestro conocimiento teológico.
«¿Eso dijo?». Tal vez no lo sabemos. Tal vez creemos que lo sabemos. No obstante, la pregunta ya ha comenzado a hacer su trabajo. La esquirla ya plantó la bacteria de la duda. Ha aparecido la infección. Antes de la muerte, fue la mentira. Pero antes de la mentira, fue el Mentiroso. Suponemos que él viene del cielo, donde las mentiras que se dijo a sí mismo requirieron su expulsión.
Génesis 3.1 dice que la serpiente era «astuta». Ella sabía que no podía bombardear a su presa con una herejía directa. No podía atosigarla ni engatusarla. No podía aparecerse mostrando su verdadero yo. En el jardín, la serpiente plantó la primera semilla de duda del mundo.
¿Eva sabía siquiera lo que significaba «morir»? Debe haberlo sabido; de lo contrario, el Señor no se lo habría prometido como consecuencia. Tanto el hombre como la mujer, que disfrutaban de la calidez del tibio sol sobre su desnudez sin vergüenza, del suave césped bajo los pies, del deleite de trabajar sin prisa ni molestias, de la dulzura de la intimidad marital sin trabas, y —lo mejor de todo— de la comunión personal con su hermoso Creador, habrían sido al menos capaces de entender que sin importar lo que significara «morir», sería lo inverso, la anulación, la eliminación de todo eso. El mundo estaba lleno de posibilidades. Y había surgido una más: ¿y si Dios, en efecto, estaba equivocado? ¿Era eso posible? ¿Y si Dios no sabía lo que afirmaba saber? ¿Y si, a pesar de toda la evidencia disponible y en oposición a todo lo que Eva había conocido de su carácter, era Dios quien estaba mintiendo y no este personaje que le siseaba seductoramente en el oído?
La primera treta que el diablo intenta jugarnos es hacernos creer que él no existe. No obstante, si no lo logra, el mejor truco del diablo es hacerte creer que sus ideas no son solo tuyas, sino que incluso son de Dios. Así él crea su propio «evangelio», una perversión del verdadero. Este parece ser buenas nuevas, porque aparentemente responde preguntas que siempre hemos tenido, satisface deseos que siempre hemos sentido, resuelve misterios en los que siempre hemos reflexionado.
A Adán y Eva no les faltaba alimento, pero aun así el fruto les pareció «bueno para comer» y les prometía satisfacerlos de una forma todavía desconocida. El mundo era nuevo y grande, pero aun así el fruto era «agradable a los ojos» y los deslumbraba de una forma nueva y seductora. Adán y Eva tenían mentes que no habían caído todavía y poseían una capacidad de aprendizaje increíblemente vasta, pero aun así el fruto era «codiciable para alcanzar la sabiduría», como si en la imaginación de ambos este poseyera la llave de una puerta cerrada, de una puerta que conducía a una habitación que ni siquiera sabían que existía hasta que la serpiente dirigió su luz hacia ella.
Tal vez, a la primera mordida, tuvieron la primera duda con respecto a su decisión: «¿Y si esto no hace lo que la serpiente dijo que haría?». No obstante, siguieron comiendo, por si acaso. Ellos eran iguales a nosotros. Mejor dicho, nosotros somos iguales a ellos. Ahí se halla el epicentro del desastre en el que tú y yo nos encontramos en el día de hoy. Ciertamente, con nuestra desobediencia creamos nuestros propios cráteres de disfuncionalidad y enfermedades.
Sin embargo, tú y yo no somos tan listos como creemos. Seguimos pensando que la forma de volver —de regresar a la paz, la plenitud y la sabiduría— es la misma forma que llevó a Adán y Eva a ser expulsados en un comienzo.
Verás, la expectativa del fruto prometía tres cosas que desde entonces hemos estado persiguiendo en cada árbol: plenitud, belleza e ilustración.
Vivimos en el exilio, pero jugamos al «jardín» todos los días. Bebemos la arena del espejismo y la llamamos agua viva. Somos indulgentes con nuestra carne y le llamamos a esto gloria. Nos adoramos a nosotros mismos y lo llamamos vivir en un «nivel superior».
De eso se trata este libro. La mayoría de las personas puede detectar una mentira cuando esta se aproxima. No obstante, ¿qué hizo tan vulnerables a Adán y Eva ante la serpiente? ¿Qué dijo, y cómo lo dijo, que la hizo tan cautivadora y tan convincente? Satanás los tentaba a desobedecer a su Creador, sí, pero no se apareció y dijo: «Desobedezcan a su Creador». No, como hemos visto, la serpiente prometía plenitud, belleza e ilustración. De manera similar, las mentiras que creemos hoy que erosionan nuestra dependencia de Dios y desacreditan nuestra creencia en las buenas nuevas de su Hijo Jesús no son descaradas. Son sutiles. Prometen cosas. Parecen plausibles.
En Colosenses 2.4, el apóstol Pablo les advierte a los cristianos: «Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas». Pablo sabía que los argumentos poco razonables no tienen mucha influencia. Son los argumentos que «suenan razonables», que parecen verdaderos, que pueden en realidad contener un poco de verdad entremezclada, los que muy a menudo nos mantienen angustiados. No buscamos rechazar a Jesús ni reclamarle a Dios con el puño cerrado; solo buscamos un poco más, algo un poco mejor, algo un poco más grande. Nuestro enemigo tiene siglos de experiencia en lo que respecta a darle publicidad a su marca. Él no se mostrará como verdaderamente es.
El diablo es adepto a hacer que el pecado parezca bueno. Él sabe que, si ves la realidad del pecado —y la realidad de él mismo— tu inclinación a seguirlo será menor.
En todas las tentaciones que Satanás nos pone en el camino, cedemos poco a poco no con el interés explícito de desobedecer a Dios, sino con el interés de experimentar plenitud, belleza e ilustración. Para nosotros, el pecado tiene una lógica emocional que desafía el razonamiento bíblico,
Por eso es que Satanás se acerca a nosotros como un ángel de luz, prometiendo iluminación e ilustración. Pero al final, él solo nos conduce a la oscuridad y la desesperación. Por lo tanto, es importante tener los ojos abiertos a este engaño. ¿Cómo es que tantas promesas modernas suenan verdaderas, pero al final nos llevan al engaño e incluso a la destrucción?
Lo mejor que se puede hacer es exponer las mentiras, examinar cómo operan, explorar por qué resultan tan convincentes y explicar cómo vencerlas con la verdad. Debemos descubrir «su verdadera naturaleza». En las páginas que siguen, revisaremos las siguientes afirmaciones, cada una de las cuales presenta cierta popularidad actualmente —algunas incluso dentro de nuestras iglesias— y veremos por qué no significan gran cosa.